ENRIQUE MEITIN – CUBA-USA
EL TIEMPO DE DIOS ES
PERFECTO
Hoy es sábado en la
tarde, no hay mucho sol y le he jurado a mi mujer que dejaré de escribir…, al
menos por un momento y llevaré a lavar el auto, pues tengo todo el tiempo para
ello, y pondré en práctica lo que ella dice continuamente…, eso de que “el tiempo
de Dios es perfecto, y no hay que apurarse”. Seguiré su consigna….
Tomo mis llaves y al llegar a la puerta de la calle veo en un clavito colgado la correa del perro y recuerdo que no lo he sacado hoy a hacer sus necesidades como hago todas las tardes, y voy por él. Decido pasar antes por el buzón de correo a ver si llegó algo más importante que las cuentas pendientes y la propaganda de desperdicio.
Abro el buzón y entre las cartas hay varias facturas…, no por indeseadas menos exigentes. Regreso a la casa a dejar la correspondencia en la mesita que hay en la sala de estar y tirar a la basura los sobres vacíos y los anuncios, cuando me doy cuenta de que el cubo está lleno. Por lo que debo llevar el cubo a vaciar al contenedor, que está fuera de la casa. Ya que voy al contenedor de la basura, puedo llevar al perro conmigo para que pueda distraerse un rato y hacer sus cosas, y de paso llenar un cheque para pagar la factura, y echarlo al buzón.
Saco del bolsillo mi chequera…, y cuál sorpresa, solo me queda un cheque. Vuelvo atrás, esta vez al estudio en busca de otra chequera y encuentro sobre la mesa la Coca Cola que me estaba bebiendo mientras escribía el cuentecito de hoy. ¡Ay! No recuerdo en que archivo lo salvé…, ya se me había olvidado. Pongo las llaves del auto sobre el buró y retiro la lata, pensando en llevarla al refrigerador, pues todavía está medio llena, no vaya a ser que se derrame sobre el buró y los papeles y me busque una refriega de mi querida gordita. Todavía hay tiempo para sacar el perro y fregar el auto. No debo preocuparme…, lo haré antes de que ella regrese.
Al ir hacia la cocina me fijo que el ramo de flores que le regalé ayer a mi mujer…, creo que fue ayer. Además no sé porque se lo regalé, pero el caso es que está allí en la mesita del pasillo de la entrada, y tiene algunas flores marchitas. Dejo la Coca Cola sobre la mesita y descubro allí los espejuelos para ver de lejos que estuve buscando ayer cuando íbamos a salir, y que finalmente salí sin ellos, y a su lado la correa del perro. Los tomo conmigo. Después retirar las flores ya marchitas, llevo los espejuelos al estudio, lleno una jarra de agua en la cocina y de repente, veo el control remoto del televisor. Anoche lo estuve buscando como loco y estuve peleando por él media hora.
Decido que una vez que arregle el ramo de flores, lo llevaré a su lugar en la sala. Echo un poquito de agua en el jarrón donde está el ramo y la mayor parte se derrama en el suelo. Por lo tanto vuelvo a la cocina, dejo el control remoto sobre la mesa y cojo un paño para secar el agua. De regreso atravieso el lobby tratando de recordar qué coño es lo que quería hacer con el paño, y con la correa del perro que llevo conmigo.
“El tiempo de Dios será perfecto”, pero el mío …, más imperfecto o podía ser. A oscurecido, y el auto está sin lavar..., será mañana, ya es muy tarde; no he sacado el perro, ni mandado a pagar la factura; solo tengo un cheque en mi chequera; el cubo de la basura está lleno; hay una lata de Coca Cola caliente en la mesa de la cocina; el ramo sigue teniendo flores ya marchitas y con poca agua; no consigo encontrar en ninguna parte el bendito control remoto de la tele, mucho menos mis espejuelos de ver de lejos con los que manejo. Pero lo más preocupante, es que hay dos feas mancha en la alfombra de la entrada…, una parece agua, otra tal vez del orine de perro; y no tengo la maldita idea dónde dejé las llaves del auto.
Me quedo pensando cómo he perdido todo ese tiempo y sin haber hecho ni un carajo en todo el día, andando de aquí para allá por la casa, este más cansado que si hubiera fregado el auto y corriera como lo hace el perro cuando sale conmigo, y que además, después me atreva a afirmar que por tener mi mente ocupada soy inmune a ese alemán llamado Alzheimer.
Autor: Enrique A. Meitín Duluth, GA.USA
Tomo mis llaves y al llegar a la puerta de la calle veo en un clavito colgado la correa del perro y recuerdo que no lo he sacado hoy a hacer sus necesidades como hago todas las tardes, y voy por él. Decido pasar antes por el buzón de correo a ver si llegó algo más importante que las cuentas pendientes y la propaganda de desperdicio.
Abro el buzón y entre las cartas hay varias facturas…, no por indeseadas menos exigentes. Regreso a la casa a dejar la correspondencia en la mesita que hay en la sala de estar y tirar a la basura los sobres vacíos y los anuncios, cuando me doy cuenta de que el cubo está lleno. Por lo que debo llevar el cubo a vaciar al contenedor, que está fuera de la casa. Ya que voy al contenedor de la basura, puedo llevar al perro conmigo para que pueda distraerse un rato y hacer sus cosas, y de paso llenar un cheque para pagar la factura, y echarlo al buzón.
Saco del bolsillo mi chequera…, y cuál sorpresa, solo me queda un cheque. Vuelvo atrás, esta vez al estudio en busca de otra chequera y encuentro sobre la mesa la Coca Cola que me estaba bebiendo mientras escribía el cuentecito de hoy. ¡Ay! No recuerdo en que archivo lo salvé…, ya se me había olvidado. Pongo las llaves del auto sobre el buró y retiro la lata, pensando en llevarla al refrigerador, pues todavía está medio llena, no vaya a ser que se derrame sobre el buró y los papeles y me busque una refriega de mi querida gordita. Todavía hay tiempo para sacar el perro y fregar el auto. No debo preocuparme…, lo haré antes de que ella regrese.
Al ir hacia la cocina me fijo que el ramo de flores que le regalé ayer a mi mujer…, creo que fue ayer. Además no sé porque se lo regalé, pero el caso es que está allí en la mesita del pasillo de la entrada, y tiene algunas flores marchitas. Dejo la Coca Cola sobre la mesita y descubro allí los espejuelos para ver de lejos que estuve buscando ayer cuando íbamos a salir, y que finalmente salí sin ellos, y a su lado la correa del perro. Los tomo conmigo. Después retirar las flores ya marchitas, llevo los espejuelos al estudio, lleno una jarra de agua en la cocina y de repente, veo el control remoto del televisor. Anoche lo estuve buscando como loco y estuve peleando por él media hora.
Decido que una vez que arregle el ramo de flores, lo llevaré a su lugar en la sala. Echo un poquito de agua en el jarrón donde está el ramo y la mayor parte se derrama en el suelo. Por lo tanto vuelvo a la cocina, dejo el control remoto sobre la mesa y cojo un paño para secar el agua. De regreso atravieso el lobby tratando de recordar qué coño es lo que quería hacer con el paño, y con la correa del perro que llevo conmigo.
“El tiempo de Dios será perfecto”, pero el mío …, más imperfecto o podía ser. A oscurecido, y el auto está sin lavar..., será mañana, ya es muy tarde; no he sacado el perro, ni mandado a pagar la factura; solo tengo un cheque en mi chequera; el cubo de la basura está lleno; hay una lata de Coca Cola caliente en la mesa de la cocina; el ramo sigue teniendo flores ya marchitas y con poca agua; no consigo encontrar en ninguna parte el bendito control remoto de la tele, mucho menos mis espejuelos de ver de lejos con los que manejo. Pero lo más preocupante, es que hay dos feas mancha en la alfombra de la entrada…, una parece agua, otra tal vez del orine de perro; y no tengo la maldita idea dónde dejé las llaves del auto.
Me quedo pensando cómo he perdido todo ese tiempo y sin haber hecho ni un carajo en todo el día, andando de aquí para allá por la casa, este más cansado que si hubiera fregado el auto y corriera como lo hace el perro cuando sale conmigo, y que además, después me atreva a afirmar que por tener mi mente ocupada soy inmune a ese alemán llamado Alzheimer.
Autor: Enrique A. Meitín Duluth, GA.USA