CON LA
BRISA DE LOS
PALMARES
Un bello domingo del 2011, el
Colegio Nacional de periodistas de la República de Cuba en el exilio, celebraba
su tradicional banquete por el
día del periodista. Allí, en aquella
reunión, y de la mano de la
destacada compositora Vilma Planas, fui presentado ante un numeroso grupo
de compatriotas. Todavía recuerdo
las palabras del ex presidente del colegio, Abelardo García Berry,
haciendo un recuento de los múltiples periódicos que circulaban libremente
por toda la isla antes del engañoso triunfo del 59.
Tampoco
podré olvidar la imagen de nuestra bandera hermanada a la estadounidense en el centro del salón. Aquel hermoso local, además de acoger al
gremio periodístico, contaba con la presencia de varias personalidades de la ciudad,
así como también camarógrafos y artistas invitados, entre otros. En
resumen, contagiado por el
sentimiento patriótico de
aquellos ilustres hijos de la Cuba Republicana, viví momentos inolvidables. Pienso que con sus
testimonios, me sentí
más criollo que
Liborio.
Tanta cubanía me transmitieron, que vislumbré
más cercano el horizonte. Ese día
comprendí lo alentador que resultaba la
brisa de los palmares para los pinos nuevos de
estos tiempos; no obstante, al
compartir sus experiencias
me sumergí en
el prólogo de los
versos sencillos de
Martí, de este modo por
primera vez y
casi sin querer, contrasté con
mi escritor favorito.
Aquella emotiva tarde,
no pude imaginar
a el “águila temible’’ apretando
con sus garras todos
los pabellones de América. Sin
embargo, yo percibí a
un águila generosa con
sus alas abiertas
dando refugio a
innumerables pichones que
escapaban de todas partes del
mundo, dejando sus nidos.
Hoy
día, martiano y palmerito
al fin, sigo cobijado bajo
la sombra nostálgica
del exilio histórico;
este aguerrido palmar,
a pesar de
su trasplante exitoso en
suelo extraño, aún vive
añorando sus primeras raíces. Por eso, en pie de
lucha, apuntan al cielo
implorando amor para
su tierra.
Ahora
comprendo por qué ni la distancia,
ni el inevitable
paso de los años
vencieron la firmeza
de sus ideales. Ellos a mi lado
renovaron mi esperanza; yo, más joven
y con menos
añoranzas, me sentí
algo más triste; pues
no pude tan
siquiera conocer la libertad
de mi pueblo.