sábado, 9 de diciembre de 2017

MARILUZ GONZALEZ HIDALGO-ESPAÑA



LA PLAZA Y LA FAROLA

La casa donde nací daba a una pequeña plaza. En la plaza había una farola. La farola alumbraba a un estanco donde, los que se iniciaban en el arte de fumar, se compraban los cigarrillos sueltos. Una gran tienda de muebles que siempre tenía en la puerta cajas enormes, donde jugábamos a escondernos. En la plaza había un taller mecánico, cuyo propietario utilizaba los coches más raros que jamás he visto. Una zapatería, con sus zapateros cantando fandangos mientras remendaban. La farola alumbraba, también, una sastrería donde se escuchaba el mejor flamenco desde Caracol a Marchena pasando por El niño de Canillas y La niña de los peines. En la plaza había un bar donde se firmaban, con un apretón de manos, muchos de los negocios de compra-venta, arreglo y confección de zapatos y trajes de caballero… y donde se escuchaba cada día el parte.
A esa farola nos subíamos toda la chiquillería de la plaza, sin miedo a caernos o recibir una descarga eléctrica… y bajo esa farola mi padre aparcaba su Montesa, para poder verla desde la sastrería.

Nunca lo olvido. Pero hoy me acordé de mi padre. Tal vez porque he visto a un hombre cambiar la bombilla a una farola.