sábado, 9 de diciembre de 2017

CECILIA CODINA MASACHS-ESPAÑA



EL SILENCIO

En una de esas excursiones de turistas, un visitante comentaba con la guía de un monasterio ante un bello claustro gótico.

-¿Sabe usted señorita lo que más admiro de estos lugares?
-Pues no sé…, es todo tan antiguo, veo que usted entiende de arte ¿me equivoco?
-Pues no señorita, yo gozo con estas cosas, y a mi edad, poco me queda por admirar, lo que de joven no supe apreciar.

-La guía se mostró muy atenta con el enigmático turista y llena de curiosidad le pregunto:
-Dígame… ¿Qué es lo que tanto admira?,-el visitante miró al cielo y dijo con los ojos encendidos -
-¡Ah señorita! admiro a los monjes, que día a día han pisado este claustro, orando en el silencio de Dios, con humildes sandalias y raído hábito por el trabajo y los años. Aquí señorita, el monje sólo vivía con Dios para los hombres y en las esquinas de cada claustro se podía leer «SILENCO» y este silencio, hoy lo estamos profanando, aquí y en nuestra sociedad llena de ruidos que impiden al hombre pensar, interiorizar lo esencial. ¿Sabe?…, yo fui monje, luego otras circunstancias hicieron cambiar mi vida. Pero el monje nunca muere, existe una parte del hombre, que él mismo desconoce, y que no es de él, sino que pertenece a Dios; es esa parte del alma que no calla en el interior de su conciencia, aunque quiera confesarse ateo.

¿Comprende ahora señorita, por qué añoro algo ese pasado?
-¡Oh gracias! Sus palabras son extrañas, pero me cautivan y creo entenderle.

-Mire…, el monje, la monja, es un estado interior del ser, que lleva  un sello marcado, que cuando se descubre sólo una parte de eso desconocido, se tiene más sed, más hambre de entrar uno en sí mismo y reconocerse en su Creador.
-¿Así, que yo también tengo eso escondido en mi interior?
-Así es, amiga mía, pero no se preocupe, que Dios no la quiere para ser monja en un monasterio, sino monja en su interior.
Guarde lo mejor que tenga usted, para dárselo a los más desfavorecidos, que son muchos, y como veo por su anillo que está casada, ame a su esposo y déjese amar. Esa es una parte de ser monja.
-Agradezco sinceramente todo cuánto me ha explicado. Nunca había escuchado unas palabras tan serenas y extrañas, pero que encuentro que sí tienen un significado que está oculto en mí. Le prometo, que lo buscaré en mi interior.
-Sí, hágalo señorita, le aseguro que será más feliz.
-Gracias señor… ¿cómo se llama?
-Maurice, ¿y usted?
-María
-Bonito nombre
¡Ah gracias Maurice! , creo que me olvidé  presentarme cuando inicié mi recorrido turístico, disculpe.
-No se preocupe, hoy habían muchos turistas que atender.
-Sabe…, he aprendido cosas muy importantes con nuestra conversación. A partir de hoy, cuando guíe a los turistas, les haré notar que están pisando un pasado sagrado y que cada uno lleva escondido en su interior, un tesoro que hay que descubrir con el silencio.
-Gracias María, me ha encantado conocerla.
- A mí también.
-Adiós María.
-Adiós.



Autor Cecilia Codina Masachs