MARITZA TRUJILLO-CUBA-USA
LUNA DE MIEL EN VARADERO
La pequeña celebración de mi boda transcurrió sin incidente alguno. Solo
la tía Etelvina moqueó de emoción al hacer el brindis. Afortunadamente no le
dió el patatús como acostumbra en cualquier evento familiar.
Nuestra vida como marido y mujer comenzó en el preciso momento que
pusimos un pie fuera de la casa de mis padres.
Desde la ceremonia del matrimonio el dedo gordo del pie derecho me dolía
cada vez más. El misterio era que los zapatos me los prestó mi prima Asunción y
me quedaban pequeños.
Como la era de la Cenicienta pasó no se me ocurrió eliminar ese apéndice
, pero en cuanto llegué al aposento del hotel en Varadero lo primero que hice
fué soltar el atormentador calzado con un suspiro de satisfacción.
Amaury mi flamante esposo, tomó esa acción como una sutil innsinuación
que continuaría con el despojp de las ropas y me abrazó con mucho entusiasmo.
Le expliqué lo que me pasaba y se enfrió un poco. Entré en el baño pues
los nervios me hacían orinar muy seguido. Encima de todo la puerta de esa pieza
no tenía cerrojo y temía que mi consorte se le ocurriera entrar a participar de
ese acto tan privado.
Aclaro que los nervios y todo lo
demás se debía a que yo era virgen, y los cuentos de terror que mis amigas
casadas me relataban me tenían
espantada.
En esos tiempos los padres no hablaban de sexo con sus hijos. Ese tema
era tabú, así que podrán tener una idea de todas las imágenes que pasaban por
mi cabeza.
Finalmente después de muchos intentos y dudas, salí del tocador. En la
habitación mi impaciente marido me esperaba.
¡Qué espectáculo señores!. No hay nada más hilarante que un hombre en
calzones con zapatos y medias.
Lo peor es que yo sabía que aquellos calzones debido a la escasez
imperante, estaban confeccionados por mi suegra con las sábanas conseguidas
después de sobornar con una gallina a la empleada de una tienda de ropa.
No pude contenerme, me eché a reir con tantas ganas que Amaury se
ofendió y se encerró en el servicio.
Me sequé las lágrimas que brotaban a raudales, aguanté las carcajadas y
traté de convencerlo que saliera.
Escuché unos ruidos extraños. El inodoro sonaba como si estuviera
desbordado. Así era. El agua mezclada con otros ingredientes que salía a
borbotones, se colaba por debajo de la puerta.
Me armé de valor entré, ví a mi esposo que trataba de solucionar este
problema con un destupidor pero se había desprendido un extremo Esfuerzo
inútil.
No quedó otra opción que llamar a mantenimiento y enviaran al plomero.
Amanecimos en el lobby del hotel envueltos en quimono y chancletas de
goma a esperar que arreglaran el retrete.
Al cabo de unas cinco horas pudimos volver a la habitacion exhaustos,
rendidos de sueño. Nos acostamos a dormir como dos hermanos.
Al despertar en la tarde decidimos ir a darnos un chapuzón en la playa,
disfrutamos un rato y volvimos al hotel dispuestos a consumar nuestro
matrimonio.
Al entrar al dormitorio notamos que el cerrojo de la puerta estaba
arrancado.
Todas nuestras pertenencias habían desaparecido. Nos dejaron con lo que
teníamos puesto, que eran las trusas prestadas de mis parientes que trabajaban
en el área de turismo.
Notificamos este inconveniente a la policía. Ni siquiera recuperamos las
maletas vacias. En la tienda de regalos del hotel como una gran excepción, nos
vendieron una muda de ropa para que pudiéramos cambiarnos y salir por los
alrededores.
El disgusto era tan grande que acordamos volvernos a la casa de mis
suegros Menudo susto se llevaron al ver
que regresamos antes de tiempo.
Habían transcurrido dos dias solamente. Creyeron que habiamos peleado.
Mi suegra se desmayó al vernos y el suegro se atragantó con un pedazo de pan de
los bocaditos sobrantes de la boda.
Esta luna de miel fué única en su clase. Inolvidable como una pesadilla.