DE
ESO ULTIMO QUE ME HABLAS VA PARA RATO
Como
quien saca un pitillo y lo prende con su antiguo encendedor de mecha, miraba yo
pasar por delante de mi ventana toda esa cantidad de gente, con su traza,
trabajo y diligencia que, en lugar de acertar
y ganar, salen con daño y pérdida en su vida diaria.
Me
fijé ben, y noté que nadie llevaba un libro bajo el brazo. Aunque la gran mayoría eran seres espiritados y escuálidos; otros
hermosotes en carnes; todos, de magro rostro, mostraban ninguna cultura, pues tan
sólo se les veía callados y serviciales, como esclavizados en su propio
engorro.
La
luz de una farola abrasaba las alas de un moscardón, que no se quemaba, pues
iba revoloteando desde la farola al cercano roble cuyas ramas daban a mi habitación
de arriba, llena de cálida y riente claridad.
Justo
ahora, junto a mi ventana, se para una pareja de jóvenes de unos veintitantos
años, de aspecto agradable. Él le decía a ella:
-Yo me avengo a todo. En habiendo pan, jamón,
vino, queso y sexo.
Ella
le respondía, acompañada de una agradable sonrisa:
-De eso último que me hablas va para
rato, pues me das más humo que luz. Y es mejor que te vayas buscando otro
trabajo.