lunes, 20 de abril de 2015

"A veces el silencio" - "Solo a vos mismo" por Anngiels Grigera


A veces el silencio

 

A veces el silencio irrumpe

en los espacios más íntimos del alma,

convoca a duendes escribas,

trayendo  recuerdos plasmados en papiros,

de los ojos caen líquidas estrellas,

y el silencio se adueña de la estancia.

 

A veces el silencio es simple soledad,

soledad concentrada

soledad diluida

soledad muda,

o simplemente silencio.

 

 

Solo a vos mismo.

 

No ves más allá de todo lo convencional

No ves más allá de tus propias narices

no oyes  la sonoridad de su voz

cual campanas llorando al viento

como alarido desgarrante apuñalando la noche.

No, no ves las sombras ciñéndose de sus pupilas

ni el marchito beso muriendo en sus labios

ajados por el tiempo de la nostalgia.

 

No, no ves las soledades como racimos

cayendo de sus dedos, escondiéndose

en los  raídos bolsillos del delantal,

entre uñas quebradas y piel reseca.

Ni ves la penumbra que se arrastra

detrás de su paso cansado.

 

Hay un grito ahogado en su garganta

pero  vos no ves nada, nunca viste nada,

porque para no lastimarte

suelta palomas todas las noches en tu cuerpo,

despierta etéreas mariposas por las mañanas en tus labios,

susurra  melodías cada atardecer en tus oídos,

mientras por dentro va muriendo

de tanto amor muerto que la embarga,

pero vos no ves nada,

porque solo te ves a vos mismo.

Por   Anngiels Grigera

viernes, 10 de abril de 2015

"Habana de Mis Recuerdos" de la poeta Miriam Arencibia de Sarmiento


Habana de Mis Recuerdos

 

Con tus calles tan sombrías

Producto del desaliento.

Tus esquinas faroleras…

¿Dónde están y qué se han hecho?

 

Derrumbes aquí y allá

Olor fétido en el viento

¿Dónde se fue la sombrilla

Y el vestido dominguero?

 

Ya no escucho el dominó

Ni el cantico del frutero

Y echo de menos la rosa

Que en el jardín de lo eterno

Mostrábase, cual digna reina

Con olor de fresa y beso.

 

¡La calle San Rafael,

Imagen de todo sueño!

Donde un arsenal de vida

Contoneábase en su encuentro.

 

Prado y Neptuno

Creativo, hospitalario

Donde un noble caballero

Con aspecto legendario

Crecía, llenando a todos

Las páginas de un diario.

 

Carnaval de fuego y luz

¡Así eras en tus noches!

Donde el turista, arrobado

Se paseaba entre tus coches.

 

Perdona que hable en pasado

Todo esto no es reproche.

¡Tu luz sigue aquí en mi mente!

Y profundo en mis sentidos

Tu sabor está presente.

 

Tu otrora sonrisa diáfana

Sin odios y sin recelos,

La actividad de tu puerto,

Tu música contagiosa,

El muy dulce tamalero,

¡Y en la venta de ilusiones

El amigo billetero!

 

¡Cuanta esencia cultural!

Centro Gallego, Asturiano,

El Capitolio, Palacio,

El Malecón, ¡Todo un reto!

El Teatro Nacional

En sus noches de abolengo…

 

Querida y linda ciudad

Que tristeza es aceptar

Que te han robado la luz

Arrebatando tus sueños

 

Tanta pena tendrá un fin.

¡Resurgirás de la angustia

Con tu mejor traje puesto!

Y tus hijos se unirán

Desterrando el estiercol,

Al sonido de clarín.

¡Habana de mis recuerdos!

 

Por Miriam Arencibia de Sarmiento
 
 

lunes, 6 de abril de 2015

EL DESPERTAR DE LOS COLOSOS POR MARIANELA PUEBLA

EL DESPERTAR DE LOS COLOSOS
 
Volvieron los fantasmas dormidos
con sus carcajadas de agua y barro.
Se deslizaron estruendosamente sobre la ciudad callada,
devorando  todo a su paso.
Los ríos Salado, Copiapó y el Elqui,
abrieron sus fauces hambrientas
por tantos años perdidos en ayuno.
 
Los ríos despertaron de improviso
de una amnesia dañina y devastadora
arrasando con  torrente desorbitado
los pueblos,  sus casas y su gente.
 
Buscaban sus antiguos  lechos vacíos
en donde ahora se alzaban las viviendas.
Pero llegó la noche inesperada en que las aguas
reclamaron sus dominios ocupados.
 
Los ríos bajaron las montañas  de arena y  metales
por quebradas escondidas, solitarias,
un aluvión de terror y desenfreno
arreó las nieves eternas en una parafernalia 
de  locura e inundó todo en su camino.
 
Los colosos con su inmenso caudal de muerte
destruyeron caminos, relaves, faenas mineras,
arrasando todo el  Norte Chico y sus villorrios.
Tierra Amarilla, Los Loros,  Diego de Almagro,
Alto del Carmen,
Paipote, Los Choros, La Higuera, Chañaral,
Copiapó, Antofagasta,
yacen bajo un alud de lodo, deshechos y de ruina,
todo  aquello que los ríos arrancaron a su paso.
Las casas destruidas como barcos sin comandos
navegaban ese espeso torrente por las calles
y dejaron su miseria en cualquier parte.
 
Hoy después de tantos gritos, lucha,
de tanto llanto,
los deudos recogen a sus muertos,
y buscan incansables
a muchos desaparecidos que siguen entre el lodazal.
 
Otro día más de sufrimiento
rescatando unos pocos enseres y unas tablas,
mientras la solidaridad llega de a poco,
con brigadistas y jóvenes voluntarios,
los pueblos, no se mueren, se levantan,
entre el barro y las catástrofes que les caen.
 
Por Marianela Puebla