EL DESPERTAR DE LOS COLOSOS
Volvieron los fantasmas dormidos
con sus carcajadas de agua y barro.
Se deslizaron estruendosamente sobre la ciudad callada,
devorando todo a su paso.
Los ríos Salado, Copiapó y el Elqui,
abrieron sus fauces hambrientas
por tantos años perdidos en ayuno.
Los ríos despertaron de improviso
de una amnesia dañina y devastadora
arrasando con torrente desorbitado
los pueblos, sus casas y su gente.
Buscaban sus antiguos lechos vacíos
en donde ahora se alzaban las viviendas.
Pero llegó la noche inesperada en que las aguas
reclamaron sus dominios ocupados.
Los ríos bajaron las montañas de arena y metales
por quebradas escondidas, solitarias,
un aluvión de terror y desenfreno
arreó las nieves eternas en una parafernalia
de locura e inundó todo en su camino.
Los colosos con su inmenso caudal de muerte
destruyeron caminos, relaves, faenas mineras,
arrasando todo el Norte Chico y sus villorrios.
Tierra Amarilla, Los Loros, Diego de Almagro,
Alto del Carmen,
Paipote, Los Choros, La Higuera, Chañaral,
Copiapó, Antofagasta,
yacen bajo un alud de lodo, deshechos y de ruina,
todo aquello que los ríos arrancaron a su paso.
Las casas destruidas como barcos sin comandos
navegaban ese espeso torrente por las calles
y dejaron su miseria en cualquier parte.
Hoy después de tantos gritos, lucha,
de tanto llanto,
los deudos recogen a sus muertos,
y buscan incansables
a muchos desaparecidos que siguen entre el lodazal.
Otro día más de sufrimiento
rescatando unos pocos enseres y unas tablas,
mientras la solidaridad llega de a poco,
con brigadistas y jóvenes voluntarios,
los pueblos, no se mueren, se levantan,
entre el barro y las catástrofes que les caen.
Por Marianela Puebla