A MI PEQUEÑO HIJO
Cuando ibas a nacer
la vida se me lleno de colores
Pensé como te llamarías, hijo!,
y a veces se me olvidaba el mío,
por saber el futuro de tu nombre.
Sentía tu aliento y la manera d moverte.
Veía tus ganas de vida y de mirar al mundo
desde tu madre.
En el claustro oscuro de su vientre.
Me hablabas desde allí,
y preguntabas tantas cosas,
que por escucharte tanto
invente para ti
un diccionario de amor con sus respuestas.
Supe, entonces, de la ingenuidad cuando se nace,
sin aprender primero el camino de espinas y rosas.
Te compre ositos de peluche
camine sobre trenes y carritos,
adore los arboles, los columpios y los pinos.
Hice de la navidad ejercicio permanente de mi alma.
para bajar del cielo con regalos,
a despertar tu sueno y la esperanza.
Compartí tu risa y tu llanto,
oficie cometas con tu nombre,
partí mi lecho y dividí mi pan
para que fueses fuerte sin... afán!
Y hoy. cuando te has vuelto grande,
y me miras a los ojos,
entendiendo y preguntándome
haciendo de tu intriga mi alegría,
que nada te preocupa ni te afana,
que no has pensado en el misterio de la vida,
y todo gira alrededor de tus anhelos;
que tu madre es tu cariño y tu refugio,
y yo tu ejemplo vivo.
Cuando no sabes del pecado,
ni distingues lo bueno de lo malo;
cuando para llegar a tus deseos
el camino mas rápido es el llanto,
cuando la lluvia te impresiona
y los barquitos de papel llevan tus sueños,
y decides por amigos tener plásticos muñecos,
entonces... hijo mío,
pienso
que en cada niño,
hay un ángel del cielo
aquí en la tierra!
EDUARDO FERRER
Colombia