Pilar Vélez, Miami, FL
Era una tarde calurosa cuando el poema del niño triste de greda saltó sobre las líneas de mi cuaderno infantil. Le vi sus manos; las tenía sucias y sus pies descalzos eran iguales a los míos… Me miró y me dijo con su voz lánguida: “Tengo hambre, hambre de justicia”… Allí nació el niño triste de greda, el que habita en las casitas de esterilla y de cartón. Desde ese momento hemos permanecido juntos, pintando bosques encantados con mis lapicitos de color.
Era una noche interminable cuando llegó aquel hombre… Yo pedía un milagro y él apareció en mi puerta. Extendió su mano hacia mí, tocó mi frente y sin decir palabra me compartió su pan. Vi cuando la luna se hizo fuego entre sus manos de atarraya… y yo no tenía más que un poema. Lo puse en su red y el cielo se avivó de estrellas titilantes, las mismas que el niño triste de greda y yo habíamos coloreado para él.
Pilar escribe poemas desde temprana edad inspirada en la temática social, el amor y la naturaleza. Durante sus épocas de colegio participó en talleres literarios, y varios de sus poemas fueron publicados en periódicos de su ciudad natal. Su poema Carta de un Sueño fue seleccionado como poema institucional de la Fundación Girls Going Places de los Estados Unidos. Pilar se graduó como economista y obtuvo un Máster en Administración de Empresas en la Nova Southeastern Univesity. Es miembro de Sigma Beta Delta Honor’s Society y de la National Conference of Puerto Rican Women. Participa como mentora para niñas y es la directora de la Asociación Internacional de Poetas y Escritores Hispanos de Miami. En la actualidad, está terminando su libro de poemas y su primera novela.
De tu mano
Por Pilar Velez
Así…
sin añoranzas
y sin culpas.
Fundiéndome
en la membrana de planctón.
En la gota verde,
añeja,
cristal atemporal
que velan tus ojos viejos.
Sintiendo que me trago el cosmos de un sorbo,
y que su incandescencia brota a chorros
desde mis pezones traviesos.
Y dejarme llevar sin voluntad
a la merced de tu caos.
Decidida a amarte
mientras me burlo
de la miseria del péndulo.
Despacio…
Sin meditarlo.
Sin empujar al tiempo.
Como un ave de paso;
con las alas ancladas al crepúsculo
de cualquier tarde moribunda.
Así…
Suavemente.
Me quitaré los ojos.
Me desprenderé del calor y del latido.
Y no me importara la existencia.
Solo el punto infinito.
No sintiendo nada.
Quizás imaginando tu mano sobre la mia.
Solo así…
Yo quisiera irme.