OLGA Es una madre de Teresita Herrera Muiña
Olga, me cuentan los augures, los que traducen los símbolos, que permaneces intacta, fabulosa, andando el misterioso mundo de los poderes de la palabra; un travieso emisario te entregó los atributos necesarios para no escaparte jamás de entre nosotros, estás, aquí, caminando el mítico laberinto de los sueños, entreabriendo la puerta que nos traslada hacia todas las posibilidades, jugando, como niña burlona, con la fantasía de no esconderte, de rozarnos una y otra vez como un vientecillo fresco y primaveral que sopla desde los ríos y desde los puentes, cuidando de no extraviarnos en este suelo prestado. Madrecita, tía, Olga. Hemos vestido algunos lustros, pero tú sigues protegiéndonos de los relámpagos y el desamor; nos dices, en voz muy baja, casi en secreto, que no es cierto aquel noviembre del 91, que es pura ficción de poetas y nos tomas de la mano, a todos, como en una ronda infantil. Buscamos las estrellas y tú nos enseñas las constelaciones, una a una, como en tantas noches perdidas que no dejan espacio para advenedizos, para esos intrusos llegados en el último vagón; si tú velas por nosotros, nosotros cuidamos de ti, porque tú nos perteneces como la espuma a la ola, como la risa a los niños, como el trino a los pájaros, como el sol al amanecer. Caminas entre nosotros desde que éramos un puñado de jóvenes sin más fortuna que los versos; en este ayer que es hoy, sigues a nuestro lado, abriendo senderos en una imaginaria y fina hierba mojada de rocío con la que encapuchamos la nostalgia. Señora dueña de la sabiduría que va de un plano a otra plano, responde, ¿por qué se entrecruzan los caminos?, ¿por qué se abren los ciclos?
Poeta cubana, ciega-declama de memoria