sábado, 8 de diciembre de 2018

LOCAL: MARITZA TRUJILLO-CUBA-USA EN IX ELILUC


  Maritza Trujillo-Cuba-USA                                 VEN A MI CASA

 

Cubierto de harapos, cojeaba por la polvorienta y maloliente calle hasta llegar al pasadizo donde habitaba.

Su espacio consistía en una caja de cartón con algunos periódicos para cubrirse.

Hacía frío y estaba hambriento. Ese dia no consiguió nada para comer.

La cocina donde habitualmente acudían los desamparados a buscar su refrigerio, estaba cerrada. Era Navidad.

La noche anterior aparte de la comida, repartieron unos pequeños contenedores con bocadillos, leche y dulces para el dia siguiente, pero todo lo consumió para saciar el hambre de tantos dias.

No podía dormir aunque era temprano. Los fantasmas del pasado lo atormentaban desde que abrió los ojos en la mañana.

Todo lo que dejó atrás había desaparecido, la familia y los amigos Sabía que era su culpa.

Ausente de sentimientos, de repente notó que algo humedecía sus mejillas. Estaba nevando. Tiritó de frio y se acercó al latón donde ardía el fuego que los vecinos encendian cada noche para calentarse.

 

En ese momento se percató que algo pequeño y tibio tocaba su mano. Era un niño que lo miraba con asombrados ojos..

-¿Dónde están tus padres? le preguntó.

-No sé, estoy perdido, contestó. Yo sé la dirección de mi casa pero no  recuerdo cómo llegar..

El pordiosero se ofreció a llevarlo. Caminaron cerca de una hora hasta que una mansión apareció ante sus ojos.

-¡Esa es mi casa! exclamó con excitación el pequeño.

Tocaron el timbre y una sirvienta al abrir y verlos, emitió un grito de alegría.

-¡Señora!, llamó ¡Aquí esta el niño!.

Acudió la madre que sollozando abrazó al hijo. ¿Qué hacías allá afuera con este frío?.

Luego se alzó, miró al hombre que los observaba y dijo:

-Gracias por devolverme a mi hijo, Dios lo bendiga.

El harapiento asintió, dió la vuelta para retirarse, pero el pequeño  salió corriendo tras  él, le tomó de la mano y dijo: -¡Ven a mi casa, es Navidad!.

Los padres, asombrados por ese gesto tan bello del hijo,  aceptaron que el desconocido compartiera la mesa con la familia, le dieron ropas para cambiarse y esa noche, una habitación para dormir.

 

Al dia siguiente, al salir a desayunar, descubrieron que la casa habia sido desvalijada.. Los cubiertos de plata y objetos de valor, habían desaparecido.

Una nota encima de la mesa les aclaró sus dudas.

"-Gracias les doy por su hospitalidad de anoche. Me llevo algunos recuerdos de ustedes que sin saber quién soy, me acogieron en su casa".

Firmaba: Dimas

 

Maritza Trujillo