Sobre el duro solar
de caminos viejos,
arrastras tu sesgo
de fantasma hueco,
el sol te recorta
y te borda en negro.
Tamizas las piedras
de arriscados setos.
Me sigues, me acosas
en las tardes grises
quebradas de esquinas
llenas de recuerdos.
La luz es vencida
por la triste lluvia,
cae atravesada
sobre el santo suelo.
La sombra me mira
con un gesto extraño,
pide que le cuente…
yo también la entiendo.
De mis ojos nacen
dos preguntas torpes,
será que no entienden
las respuestas turbias.
Crepúsculo adusto,
recio de silencios,
el sol ya no alumbra
se ocultó del mundo,
se acostó a lo lejos.
Mi sombra es muy tenue,
apenas se mueve.
Aquí en este sitio
hace ya mil años,
me llegó un murmullo
de un vacío extraño.
Me llegó su risa,
su suspiro alegre…
la paloma blanca
que vino de lejos.
No pedí a la vida
que me diera nada.
Nada yo tenía,
para qué… más ansias.
Fue la suerte necia
quien todo lo hizo…
me puso sus trampas.
Quise yo quererla
como siempre he sido,
alegre, despierto,
limpio, cristalino.
Sombra de mi sombra,
eres paso tibio
de la humilde huella
de un pájaro herido…
sin alas …perdido.
El aire la trajo…
el aire la lleva.
Le pregunto al aire…
pero no responde…