(versos de Manuel María Torres Rojas)
Al borde de la alborada,
después de arder en amor,
se alzó la voz de la niña,
antes de nacer el sol.
Entre rúbricas de espuma,
la flor del agua en su vientre
y en los restos de mi ardor,
cantaba la madre niña,
de su dulzura, al albor.
Su lozano canturreo,
de rumorosa melodía,
ensanchó, de amanecida,
el mustio otoño del alma,
del silencio, y de mi casa.
¡Bendita sea tu belleza y
eternamente lo sea, en tu transparente cuerpo,
lucero de mi mañana!
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(fotos de Masao Yamamoto)
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