martes, 19 de noviembre de 2013

ELILUC COMPARTE CON GRAN SATISFACCION EL CUENTO "EL SUEÑO DEL ALMIRANTE" DEL ESCRITOR DOCTOR ARIEL ARIAS- PREMIADO POR EL CONCURSO NACIONAL "HOY MI HABANA VISTE LO MEJOR", AUSPICIADO POR LA EDITORIAL "VOCES DE HOY"




EL SUEÑO DEL ALMIRANTE
                       Dias soleados o nublados, noches estrelladas o brumosas, olas calmadas o picadas, llegaron a convertirse, según los días se sucedían, en monotonías para los tripulantes de las tres embarcaciones, que habiendo zarpado del puerto de origen con gran entusiasmo por llegar a esa tierra fabulosa llena de riquezas y majestuosidades de la que el patrón tanto les había hablado, estaban rindiéndose ante el hastío imperante en sus ánimos. Solamente El Almirante, con su recia personalidad, profundo pensar y gran experiencia en la navegación, mantenía la calma: Os aseguro que allá lejos, allende los mares, vamos a encontrar la tierra más hermosa que ojos humanos hayan jamás visto, no habiendo sido nunca hollada por las botas de la civilización. Allí, El Creador –continuaba diciendo- ha separado una pequeña porción donde dadivosamente ha sembrado todas las virtudes necesarias para construir un mágico paraíso que será luz, música y alegría para el resto del mundo. Esto que os digo – enfatizaba en su alucinante alocución - no es tan solo el sueño que constantemente me acompaña por mucho tiempo, más bien lo percibo como una realidad, una revelación… Fueron estas mismas palabras las que habían convencido a la Reina gobernante que confiada, abrió su cofre, poniendo el producto de la venta de sus joyas a disposición  del proyecto para sufragar los gastos de la expedición.
                       Lo etéreo de un sueño comenzó a materializarse cuando justo en el lugar visualizado por el descubridor, en la parte noroccidental de la mayor de las islas conquistadas, el 16 de Noviembre de 1519, nació la Villa San Cristóbal de La Habana, el más espectacular paraje bajo el sol y brisa caribeña. Con la inclusión de los africanos traídos como esclavos, el pequeño remanente grupo descendientes de los indios tainos, los criollos , extranjeros aplatanados y algún inadvertido sabio alquimista, se fue formando una nueva raza potencializada con características tan positivamente especiales, que como abejas, libaron la miel que endulzara el ambiente, como arañas, tejieron con hilos de fantasía las vaporosas telas,  que volando como ondas sonoras anunciaban al mundo la musicalidad, alegría. Como hormigas mostraban sus fuertes actitudes laborales: Construyendo a todo lo largo del litoral un ancho muro, el malecón, donde las olas al chocar, transforman los lamentos en agradables ritmos musicales, sedante energía de la naturaleza que sosiega el espíritu, mientras su masa de concreto se convierte en una esponja embriagada por el hechizo, que, como un imán, recoge calmadas y excitantes emociones traídas por románticos enamorados, parejas en celo, meditadores y  enamorados de la naturaleza en  busca de su paz. Como primicia de la futura majestuosa ciudad, nace en los tempranos años, el simbólico “Paseo del Prado”. Calles famosas, significativos edificios de diversidad arquitectónica, comercios que engalanan las noches con atractivos anuncios lumínicos, escuelas de variadas enseñanzas, centros hospitalarios, templos, teatros, surgían por doquier haciendo de este espacio una gran metrópolis para orgullo de sus pobladores y admiración de los visitantes.
                       Con mirada visionaria, noble porte, ilusión de poeta, filósofo y escritor, envuelto en su raída capa, desde lo más alto de la Colina universitaria, El Caballero de París, con solemne melancolía, observa como languidece la tarde, se oscurecen las playas, La Bodeguita del Medio atiende a sus iluminarias visitantes, escucha el último piropo vespertino en Galiano y San Rafael “La esquina del pecado”: -Alabaoooo…mulata….si cocinas como caminas me como hasta la raspa. Sigue con atención  los atareados pasos de La Marquesa por la inclinada Rampa, llegando a Ly23 simula estar saliendo de uno de los estudios de la CMQ  antes de continuar el camino que le retorna a su verdadera identidad, afrontando  la pobre bohardilla que tiene como hogar. El alumbrado público no es un anunciante del día que se acaba, más bien de la ocupada noche que comienza. Todas las puertas de la gran urbe parecen abrirse dejando escapar las nostalgias, tristezas, inhibiciones, problemas, permitiendo a las vibraciones alegres descontaminantes, ocupar ese espacio.  El cañonazo de las nueve es la señal de la otra vida que empieza, la bullanguera, a la vez señorial,  la que no duerme ni descansa, es el anuncio oficial del comienzo del gran apogeo de las famosamente inolvidables noches habaneras. Se suben los telones de los muchos centros de diversiones: Tropicana, Sansucí, Montmatre, Ali Bar, donde suenan las maracas y rompen los tambores estremeciendo las cinturas de los rumberos que sin descanso se dan por completo al “vacilón”, mientras el espectador, metido en su guayabera almidonada, un buen habano en la boca, el daiquirí  “bien cargao”, se siente como que no le falta nada en esta vida. Con los primeros destellos de la alborada, la ya cansada noche se niega a morir, convirtiendo sus últimos estertores en un suave , lamentoso, melodioso pregón, que alargándose por las somnolientas calles parece desvanecerse entre los grises adoquines de La Habana Vieja: _Maníííí….el manisero se vaaaa…..

                       Desde el sillón imperial en la nueva dimensión, El Almirante observa con orgullo el desenvolvimiento de su más apreciado descubrimiento. Con voz firme, quebrada por la emoción, exclama: HOY MI HABANA VISTE LO MEJOR.